La muestra dará la oportunidad de disfrutar de la grandeza de piezas de la época alto imperial romana cargadas de detalles e imaginativa ornamentación
Además, se podrá descubrir la galvanoplastia, una fórmula consistente en la fabricación eléctrica de piezas metálicas, extraordinariamente fieles al original
La exposición, organizada por el Museo Nacional de Escultura, trae a Bilbao piezas que llevaban décadas custodiadas en sus almacenes
La institución vizcaína presenta esta exposición entre el 17 de octubre de 2019 de y el 24 de mayo de 2020
El Museo de Reproducciones Artísticas de Bilbao presenta, entre el 17 de octubre de 2019 y el 24 de mayo de 2020, su nueva exposición temporal Tesoros Eléctricos. Se trata de una muestra que llega a Bilbao organizada por el Museo Nacional de Escultura para convertirse en una de las grandes apuestas de la institución vizcaína para esta temporada.
Los objetos que forman la muestra están marcados por la dualidad. Por un lado, son un reflejo del mobiliario, la vajilla o los ajuares rituales de la época alto imperial romana. Se trata de piezas cargadas de detalles, de elegancia en sus proporciones e imaginativa ornamentación. Auténticas obras de arte que transportarán al visitante hasta la Roma hedonista, marcada por la opulencia, mitos clásicos y placeres refinados.
Siempre sin olvidar que el lugar en el que se van a albergar es un Museo de Reproducciones Artísticas. Por este motivo, no son objetos originales. Son copias fabricadas entre 1880 y 1915 para la colección del Museo Nacional de Reproducciones Artísticas recreando los más importantes hallazgos de tres yacimientos: las ciudades del Vesubio (Pompeya y, en menor medida, Herculano); el tesoro francés de Bernay y el tesoro alemán de Hildesheim.
La primera pieza a destacar, al ingresar en la exposición es la Pila Termoeléctrica de Clammond, un préstamo del MUNCYT (Museo Nacional de Ciencia y Tecnología), uno de los ingenios eléctricos que hicieron posible la primera industria galvanoplástica. En la sección dedicada al Tesoro de Bernay, destacan dos escifos ricamente decorados con relieves de escenas báquicas, con centauros, centauresas y amorcillos.
La zona de la exposición que habla del tesoro de Hildesheim destaca por contar con la Crátera de Hildesheim, una copia galvanoplástica de finales del XIX (otros grandes museos internacionales tienen copias hechas por la misma empresa Christofle & Cie.) gracias a la que hoy día se sabe cómo era el original perdido en la II Guerra Mundial.
Ya en la segunda planta, entre los objetos de Pompeya, cabe destacar la Mensa Délfica, un bello ejemplar de mobiliario romano exquisistamente decorado.
La otra cara de la exposición, la que da la bienvenida al espectador, se desvela en este instante, en el instante en el que el visitante se pregunta cómo se realizaron esas copias. Es en este punto donde Tesoros Eléctricos pasa de ser una mera muestra de este conjunto de objetos arqueológicos a convertirse en una exposición completamente estimulante. Porque la elaboración de los facsímiles que forman la muestra no llega mediante la artesanía o el habitual procedimiento del vaciado en yeso. Esos objetos se crearon en el siglo XIX mediante la galvanoplastia. Y es que en este fin de siglo dominado por el «Hada Electricidad», el arte de la reproducción en metal se benefició de una de las aplicaciones más ingeniosas de esta energía. Se trata de una formula que consiste en la fabricación eléctrica de piezas metálicas, extraordinariamente fieles al original, y cuyo proceso despertó mucha curiosidad en la época.
Por lo tanto, la muestra viaja por la idea de que un producto o proceso eminentemente industrial acaba siendo parte de la producción artística orientada a la nueva burguesía urbana.
Proceso que sigue utilizándose hoy en día para ciertos de aplicaciones industriales. Sin ir más lejos, para tareas como el pintado de coches. En el XIX se uso, además de para otras muchas cosas, para hacer copias de objetos metálicos y (también en relación al arte) para bañar de oro y plata ciertos productos o el interior de algunas iglesias.
Es por esta razón por la que la exposición, además de acercar al público a Roma, le transporta también a la segunda revolución industrial, en las décadas finales del siglo XIX. En esta parte de la historia se consiguieron avances técnicos que también llegaron a las artes decorativas otorgándoles así un reconocimiento nunca antes conocido. La demanda de una nueva clase social, la burguesía, y el objetivo de los estados de educar a través del arte a la sociedad, hizo que algunos museos, como los de reproducciones, viviesen un auge extraordinario ya que ponían grandes obras y monumentos de la historia al alcance de todos.
Gracias a los descubrimientos y las inquietudes de aquellas gentes, podemos disfrutar hoy de la exposición Tesoros Eléctricos. La selección de piezas a la que el espectador va a poder acceder en el Museo de Reproducciones de Bilbao se ha podido ver en muy pocas ocasiones y se trata de una colección nunca antes vista en la institución vizcaína.
Algunas joyas de la exposición:
Pila Termoeléctrica de Clammond
Las pilas termoeléctricas, iniciadas en 1821 por Tomás Seebek, alcanzaron uno de sus más notables ejemplos con la pila de Clamond – Pila termoeléctrica de Clamond 1900-1920. Las pilas termoeléctricas se basan en el principio de que, a la misma temperatura, se establecen corrientes de intensidad variable entre dos metales. Algo que también sucede entre fragmentos de un mismo metal calentados a temperaturas diferentes.
El aparato que se puede contemplar en esta exposición, perteneciente a la colección del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, dispone de 66 elementos termopares formados por piezas de metal de Marcus – compuesto por dos partes de antimonio y una de zinc- para uno de los metales y placas de hierro para el otro. Estos pares se disponen en coronas de 11 unidades aisladas entre sí por láminas de mica que se ensamblan en torno a un cilindro hueco de hierro rodeado de material refractario. En el espacio interior se ubica el mechero que reparte la energía térmica procedente de la combustión del gas hacia las soldaduras interiores de la pila, que se calientan mientras que las exteriores y únicas visibles permanecen a una temperatura cercana a la del ambiente. Estas pilas sufrían un rápido deterioro y resultaban costosas por el gasto de combustible.
Escifos del Tesoro de Bernay
Existen diversos recipientes de origen helenístico especiales para el consumo de la bebida como las tazas (escifos) de dos asas y las copas (canthari, calices…). Entre estos recipientes, los escifos suelen formar pareja y estar ricamente decorados. Cuando se utiliza temática vegetal, la ornamentación suele ser igual para ambos. Sin emabrgo, si se trata de motivos figurativos, las representaciones de cada recipiente comparten el tema, pero sin repetir diseño. Este es el caso de los Escifos del Tesoro de Bernay. En ambos pueden verse escenas que hacen referencia al mundo de Baco, el dios del vino, pero también en ambos, como en el conjunto de la exposición, la decoración es doble. Cada uno presenta un centauro y una centauresa y en cada uno hay un personaje que goza de los placeres del vino y otro que sufre por sus excesos. Pero esos personajes aparecen contrapuestos en ambos recipientes.
Crátera de Hildesheim
El original de esta elegante crátera se perdió en la II Guerra Mundial y hoy solo se conservan algunas copias galvánicas. Está considerada como uno de los mejores ejemplos del florecimiento técnico y artístico de la platería en época de Augusto. La cratera, con forma campaniforme, tiene el cuerpo decorado con un delicado repujado, terminado a cincel. Motivos ornamentales sutilísimos invaden la superficie del vaso; en la parte baja, grifos afrontados en posición heráldica; de ellos parten armoniosas espirales de tenues zarcillos, pobladas de amorcillos que se entregan a la pesca de camarones y peces. Parecen rendir culto a la inestabilidad de la vida y a la energía de la juventud.
Mensa Délfica
Excepcional es el trípode, conocido como mensa delphica, que debe el nombre a su analogía estructural con el trípode de Delfos . Es una pieza destacable tanto por sus proporciones como por el trabajo escultórico que la adorna. Sus patas rematan en garras de felino y están unidas por bellas volutas de vegetales estilizados. Se decoran en su parte superior con delicadas esfinges aladas, cabezas de carnero y guirnaldas vegetales. Esta pieza, de uso cultual, fue hallada en el templo de Isis de Pompeya aunque era un modelo que terminaría adaptándose al mobiliario de la domus. En estos casos, su ámbito era el triclinium, la estancia donde los dueños de la casa y sus invitados se entregaban a los placeres de la comida, la compañía y la conversación.
¿Eres un/a apasadionado/a de Roma? ¿Quieres saber cómo influyó e influye la electricidad en el arte? Sin duda esta es tu exposición. Descubre los Tesoros Électricos de la humanidad en el Museo de Reproducciones de Bilbao.