Introducción
¿Qué es bello o hermoso? ¿Quién decide que algo es bonito? ¿Por qué a veces parecemos estar todos de acuerdo y otras veces no? Visto lo visto parece que podemos descartar que la belleza sea sólo un producto de la Naturaleza. Algo tiene que decir la forma en la que nosotros la miramos. Si aceptamos estas ideas, la belleza sería un concepto cambiante. Dependería de muchos factores culturales: de la sociedad, de las costumbres…
En todas las épocas, el ser humano ha tratado de definir la belleza. La literatura, la ciencia o el arte son buenos ejemplos de ello. Mientras la literatura y el arte expresan la belleza desde un punto de vista personal y subjetivo, la ciencia trata de hacer lo opuesto. Trata de encontrar las reglas que rigen el principio de la belleza. Y, por ejemplo, nos dice que cuanto más simétricos son nuestros rostros o nuestros cuerpos más bellos los vemos. Por lo tanto, de acuerdo con la ciencia, debemos considerar las proporciones como uno de los aspectos que influyen en nuestra percepción de la belleza.
Se trata de una idea aparentemente simple que los antiguos griegos ya utilizaron. Según ellos, la perfección se alcanzaba poco a poco… a través de muchos números. Esta era la base del concepto griego de belleza. Y la escultura antigua es un buen ejemplo de este pensamiento. De hecho, los escultores griegos desarrollaron este concepto de una forma única, que no se repetiría hasta muchos siglos después. Sólo en el Renacimiento los artistas recuperaron las teorías de los antiguos griegos para plasmar la belleza en el arte.
Más allá de la belleza física
Para los artistas y filósofos griegos la belleza no era sólo un concepto estético. La belleza era la unión de lo físico y lo ético. En la antigua Grecia se utilizaba la palabra kalos para referirse a la idea de belleza. Pero, generalmente, se le acompañaba del término agathos, lo bueno. De este modo, para el mundo griego antiguo, la belleza era una mezcla de ideales estéticos y morales. Esta forma de entender la belleza fue la que trataron de reflejar las esculturas griegas. Por eso, el tema preferido fue el cuerpo humano.
La desnudez atlética
La desnudez es una de las características más distintivas de la representación del cuerpo humano en la antigua Grecia. Es la que más diferencia este arte de sus contemporáneos. Ni en Mesopotamia, ni en Egipto, ni, tan siquiera, en Roma se utilizó el cuerpo desnudo con la misma libertad que en Grecia. En general, en el mundo antiguo se consideraba la desnudez como algo negativo. Se utilizaba, exclusivamente, para representar a los esclavos o a los enemigos derrotados y humillados. Y, en Roma, se utilizó también para imitar a Grecia.
Sin embargo, en Grecia, la representación del cuerpo desnudo se entendió de otra manera. La desnudez pública no era costumbre en las polis griegas. Los hombres no iban desnudos por las calles. Pero sí se desnudaban en los gimnasios.
Los gimnasios eran centros de reunión y formación. Estaban reservados a los ciudadanos. Estaban, además, estrechamente relacionados con el entrenamiento militar. Los deportes practicados por los griegos tenían como objetivo formar buenos soldados. Y un cuerpo en perfecta forma física revelaba a un excelente soldado.
Por este motivo, muchas de las antiguas esculturas griegas representaban a atletas, orgullos de sus respectivas ciudades. Otras figuras que también aparecían desnudas eran dioses y héroes, los modelos a seguir por los ciudadanos.
Hermes con el Niño Dioniso
El original de esta escultura se encontró en el Templo de Hera, en el Santuario de Olimpia. Por ese motivo, la figura se conoce también como Hermes de Olimpia. Representa al dios Hermes, el mensajero del Olimpo, llevando en brazos al niño Dioniso. Zeus le encargó a Hermes que escondiese al niño de su mujer que quería matarlo. Dioniso era hijo de Zeus y una mujer mortal y su mujer no se lo perdonaba.
La figura que más nos interesa en este grupo es la de Hermes. En ella podemos ver la típica representación del cuerpo desnudo en la antigua Grecia. Se trata de un hombre joven, un adulto en la flor de la vida. Tiene la musculatura perfectamente modelada. Podemos distinguir los músculos aunque no estén exagerados. Se trata de un cuerpo ideal. Tiene la altura adecuada para la longitud de brazos y pernas. Al mismo tiempo, las piernas están en perfecta proporción con el tronco y con la cabeza. Se diría que cada parte se relaciona con cada otra, para crear un cuerpo perfecto.
La estatua original fue obra de Praxíteles, un importante escultor ateniense que vivió en el siglo IV a.C. Siguiendo las tendencias de su época, Praxíteles añadió cierta dosis de sensualidad a la figura. Lo consiguió con una técnica aparentemente sencilla. Hermes está de pie. El peso de su cuerpo, de caderas para abajo se apoya en la pierna derecha. La izquierda de deja libre y se lleva un poco hacia atrás. Al hacer esto –y lo podemos comprobar nosotros mismos, imitándole- la cadera derecha se desplaza ligeramente hacia ese mismo lado. Por otra parte, el tronco de Hermes, de cuello a caderas, se inclina hacia su izquierda. Para completar la pose, vuelve a inclinar la cabeza hacia la derecha. De esta forma, al recorrer la estatua de arriba abajo se ve una forma de “ese”. En la Historia del Arte esta “ese” se conoce como curva praxiteliana. Fue como la firma del escultor. Gracias a ella, las figuras masculinas se hacían más sensuales porque mostraban formas curvilíneas más propias del cuerpo femenino.
Equilibrio, simetría y proporción
Cuando uno abre un libro de arte griego hay palabras que se repiten una y otra vez. Una de ellas es canon. Significa literalmente medida. El canon se relacionaba con otras ideas siempre presentes en el arte: el equilibrio, la simetría y la proporción. Sólo gracias a la correcta combinación de todas ellas podían lograrse la perfección y la belleza en la representación del cuerpo humano.
Cada época y cada estilo tuvieron su propio canon. Variaba con los gustos de cada momento. Pero, a lo largo del desarrollo del arte griego dos artistas destacaron entre el resto, por su forma de utilizar las medidas y las proporciones. Cada uno de ellos creó una escuela de escultura que tuvo seguidores más allá de sus propias épocas.
El primero fue Policleto que vivió en el siglo V a.C., en la época clásica. El fue el primer artista que conocemos que fijó las proporciones del cuerpo humano. También fue el primer artista conocido en escribir un tratado sobre este tema. El libro se titulaba, justamente, Canon. Parece que enumeraba los pasos a seguir para crear una estatua perfecta, siguiendo las leyes naturales y la proporción. Policleto tradujo sus teorías a una escultura llamada Doríforo que en la antigüedad se conoció también como El Canon.
Al siglo siguiente, otro escultor cambió las medidas propuestas por Policleto. Este artista fue Lisipo. Él alargó las medidas del cuerpo. Policleto afirmaba que la altura del cuerpo debía medir 7 veces la cabeza. Para Lisipo, la altura total se conseguía repitiendo 8 veces la de la cabeza. El primero se conoce como canon de las 7 cabezas y el segundo como canon de las 8 cabezas. Al añadir una cabeza a la altura de la figura, la cabeza parecía hacerse más pequeña y, al mismo tiempo, las piernas y los brazos daban la sensación de ser más largos.
Tanto uno como otro canon se utilizaron en multitud de esculturas. Las de época clásica y algunas destinadas a compradores romanos utilizaban el canon de las 7 cabezas. Sin embargo, las estatuas de época helenística tendieron a utilizar las formas más esbeltas del canon de 8 cabezas.
Gladiador Borghese
Aunque le llamemos gladiador, hoy sabemos que no se trata de tal. Al encontrar la estatua, en el siglo XVII, y ver su anatomía tan desarrollada, se pensó inmediatamente en un gladiador. Pero estos luchadores de las arenas romanas no solían aparecer desnudos. En general, los escultores romanos sólo representaron hombres desnudos cuando imitaron a los griegos. Hoy se cree que quien aparece representado aquí es el héroe griego Aquiles. Él fue el campeón entre los héroes que lucharon en Troya. El cuerpo atlético, por tanto, está totalmente justificado.
La representación ha querido mostrarnos a Aquiles en plena acción, enfrentándose a un enemigo invisible. Sostenía un escudo, perdido, en su brazo izquierdo. Alrededor de su antebrazo todavía puede verse la abrazadera con la que lo sujetaba. Al mismo tiempo, mientras protegía su cuerpo, atacaba con la espada que llevaba en su mano derecha.
El de Aquiles es un cuerpo fibroso, bien formado y muy esbelto. Da la sensación de que tronco, piernas y brazos son algo más largos de lo normal; sobre todo si se comparan con el tamaño de su cabeza. Este canon alargado ha hecho pensar que puede tratarse de una escultura de la escuela de Lisipo.
En la base de la estatua puede leerse el nombre de Agasias de Éfeso. Fue un escultor bastante posterior a Lisipo. Así, Agasias habría utilizado el canon de Lisipo pero habría añadido algunos elementos típicos de su época. El primero la fuerte sensación de movimiento. También el concepto de figura para ser vista desde todos los ángulos. Para comprender bien lo que está sucediendo es necesario que rodeemos totalmente la figura. Por último, parece que Agasias trató de producir una escena en la mente del espectador, utilizando una única figura. Al ver la estatua al completo, el espectador era capaz de imaginar al enemigo de Aquiles. Así recreaba todo el episodio en su cabeza, aunque solo podía ver a Aquiles.
El cuerpo femenino
Al contemplar las esculturas de los atletas y los héroes griegos suele darnos la sensación de que los gustos no han cambiado mucho en nuestra época. Pero no suele suceder lo mismo con la representación de las mujeres.
Como ya hemos mencionado, las formas de los cuerpos masculinos obedecían a la función de los hombres en la sociedad. Ellos dominaban la vida política y cultural del mundo griego. Eran políticos y soldados y sus físicos debían ser los de auténticos atletas.
Lo mismo sucedía en el caso de las mujeres. La representación de sus cuerpos se basaba en su rol social. Y ellas eran, por encima de todo, las madres de los ciudadanos. Por ese motivo, las representaciones de sus cuerpos se centran en las ideas de la fertilidad y la maternidad. En nuestra sociedad contemporánea, cada vez más, la mujer está adquiriendo nuevos papeles e igualándose al hombre. Ahora es dueña de su cuerpo y la maternidad no es ya una obligación. Este cambio se ha reflejado en la forma que tenemos de ver el cuerpo femenino y nos hemos distanciado del modelo griego.
Las mujeres que aparecen representadas en el arte griego suelen ser diosas. Y, en segundo lugar, jóvenes, esposas y madres ya fallecidas. La primera diferencia entre la representación de hombres y mujeres es que ellas nunca aparecen desnudas. La única excepción a esta regla es la de la diosa Afrodita. Ella era la única que podía enseñar su cuerpo, como diosa de la belleza.
En los cuerpos femeninos se destacan especialmente las caderas y el vientre, ya que ambos son símbolos de fertilidad. Sin embargo, el pecho suele ser pequeño, en contraste con otras civilizaciones en las que las ideas de fertilidad y maternidad se transmiten también mediante pechos generosos. Por su parte, las caras suelen ser andróginas. Parece como si se hubiera utilizado el rostro de un hombre de modelo y se le hubiera añadido un peinado femenino.
Venus de Cnido
En el siglo IV a.C., se talló la primera estatua de Afrodita desnuda, a gran escala. Su autor fue Praxíteles. La figura se conoce con el nombre de Afrodita Cnidia porque fue comprada por los habitantes de la ciudad caria de Cnido. La colocaron en su templo dedicado a Afrodita Euploia, la protectora de la navegación segura.
La escultura de Praxíteles fue admirada en la antigüedad como la más bella. Afrodita aparece de pie, completamente desnuda, tratando de cubrirse el pubis con su mano derecha. Al mismo tiempo, sujeta un vestido con su mano izquierda. Bajo él puede verse una vasija. La escena parece representar a la diosa sorprendida en el baño, tratando de cubrirse de miradas indiscretas.
El rostro de la estatua original marcó las normas para la representación de las mujeres jóvenes desde el siglo IV a.C. en adelante. Su cara queda enmarcada por el pelo, partido en dos y recogido en la parte de atrás de la cabeza, en un moño; la nariz sigue el perfil recto típicamente griego; los ojos se acercan al eje de la nariz. La boca es pequeña y carnosa. El conjunto da la impresión de reunir las facciones en un reducido espacio del centro de la cara.
La estatua original tallada por Praxíteles se perdió en la antigüedad. Todo lo que hoy conservamos son copias e interpretaciones de su obra. Algunas mejores y otras peores.