Introducción
Miguel Ángel decía de sí mismo que el era escultor. Así firmaba sus cartas: Michelangelo Buonarroti scultore. Escultor, pintor, arquitecto y poeta fue, sin lugar a dudas, el artista más importante de su generación. Pero él se consideraba más escultor porque fue en esa disciplina en la que brilló con una luz diferente. Aunque la mayoría de nosotros pensemos antes en la Capilla Sixtina que en el David.
Si su medio fue la escultura. Su tema el cuerpo humano; especialmente el masculino. En Florencia, donde transcurrió su formación, tuvo la oportunidad de diseccionar cadáveres y con ello de conocer la anatomía humana al detalle y de primera mano. Por otra parte, también tuvo acceso a las mejores antigüedades de Roma. El estudio de la escultura clásica le permitió acercarse al naturalismo y a la búsqueda de la belleza, propias del mundo antiguo.
El arte de Miguel Ángel se caracteriza por una carismática interpretación de las formas humanas. Sus personajes desbordan vigor e intensidad. Tanto, que su estilo suele calificarse con la palabra italiana terribilita. El término fue acuñado por el Papa Julio II que calificaba al artista de uomo terribile.
La Tumba de Julio II
En 1505, Miguel Ángel recibió el encargo más problemático de toda su vida. El Papa Julio II le pidió que le diseñase su tumba. Quería colocarla en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Pero para eso necesitaba también reformar la iglesia.
Miguel Ángel comenzó el proyecto con mucho interés y esfuerzo. Estuvo seis meses en las canteras de Carrara, eligiendo el mármol. Pero pronto llegaría la frustración. El dinero que estaba destinado a la tumba empezó a desviarse hacia la Basílica. Al mismo tiempo, los intereses del Papa cambiaban de dirección.
Julio II murió en 1513 y apenas nada estaba completado en la tumba. Los trabajos se alargaron durante un total de 40 años, hasta 1545. Finalmente, la tumba, completamente modificada respecto al proyecto inicial, se instaló en la iglesia de San Pietro in Vincoli.
La única escultura diseñada para el proyecto original, totalmente ejecutada por Miguel Ángel que se acabó instalando en la sepultura fue el Moisés. El resto o bien son productos creados para el proyecto final, o son obras realizadas en colaboración con sus ayudantes. Sin embargo, se conservan también piezas creadas para los primeros proyectos que finalmente no se utilizaron, como los famosos Esclavos.
Moisés
La estatua se diseñó para colocarse en altura, en una esquina de la tumba. Al final, terminó ubicándose en el centro, en la parte baja, en una posición claramente protagonista. Su presencia es tan intensa que es imposible quitarle los ojos de encima.
Da la sensación de que Moisés, de un momento a otro, va a levantarse de su asiento, vociferando al pueblo de Israel por romper su Alianza con Dios. Pero, al mismo tiempo, podemos percibir como Moisés es capaz de dominar su propia ira y calmarse. Para expresar estos conceptos tan opuestos Miguel Ángel utiliza líneas diferentes en el diseño de la figura. El perfil izquierdo de Moisés zigzaguea. El derecho se mantiene dentro de una línea vertical. El rostro se gira hacia su izquierda con ira. El codo y la rodilla izquierdos sobresalen y el pie del mismo lado apoya solo el primer dedo en el suelo. En la derecha, el brazo se apoya firmemente. La mano juguetea con la barba. Y la rodilla, la pierna y el pie se vuelven en ángulos de 90 grados, dando estabilidad al conjunto. Así consigue que en la izquierda veamos la ira que invade a Moisés, mientras en la derecha percibimos su autodominio.
Son muchos los aspectos técnicos que podemos admirar en el Moisés. Sin embargo la figura se ha hecho famosa por sus cuernos. No son ni un producto de la imaginación del artista ni un error en la representación del patriarca bíblico. Si acaso, un error de traducción de San Jerónimo, allá en el siglo IV de nuestra era. San jerónimo tradujo la Biblia al latín. Al llegar a este pasaje del Éxodo tradujo la palabra hebrea karan, por cuerno, en lugar de utilizar su otro significado: rayo. Así, en la Biblia utilizada por Miguel Ángel se leía: cornuta esset facies sua.
Dejando de lado los cuernos, el Moisés es una de las obras maestras de Miguel Ángel. En ella puede verse todo de lo que es capaz el artista. Su habilidad para llegar más allá que sus contemporáneos; para darle vida al mármol. El rostro de Moisés está tenso, alerta. Su brazo izquierdo es capaz de contener toda su furia, mientras la mano derecha acaricia una barba suave y esponjosa, que parece casi de algodón. Moisés resume a la perfección la genialidad del Miguel Ángel escultor.
Esclavo Moribundo
Los libros de arte suelen llamar a esta escultura Esclavo. Pero, en realidad, según los biógrafos de Miguel Ángel, se trata de un prisionero.
El Prisionero-Esclavo que podemos ver aquí reproducido es copia de uno de los dos que se conservan en el Museo del Louvre de París. Pero existen cinco más en Florencia; cuatro en la Galería de la Academia y otro en la Casa Buonarroti. Todos ellos se proyectaron para decorar la zona inferior de la tumba del papa Julio II. Pero, a medida que el proyecto fue cambiando y haciéndose más pequeño, estas figuras fueron abandonándose. Finalmente, cuando se decidió instalar la tumba en la iglesia de San Pietro in Vincoli, se aparcaron definitivamente. Eran demasiado grandes para el nuevo diseño.
No sabemos con seguridad qué quería representar Miguel Ángel por medio de estas figuras. Según Ascanio Condivi, uno de sus biógrafos, los prisioneros serían imágenes de las artes liberales. Tras la muerte del papa, gran mecenas de las artes, éstas se habrían quedado sin guía, presas de la incertidumbre. Siguiendo este razonamiento, el Esclavo Moribundo sería la representación de la pintura. Tras su pierna izquierda puede verse la figura de un mono sin terminar. Desde la Edad Media se decía que la pintura era ars simia naturae porque era la que representaba más fielmente la naturaleza.
La estatua está sin terminar. Miguel Ángel posiblemente la abandonó porque era imposible terminarla sin romperla. Al ir retirando mármol para dibujar el contorno de la figura, uno de sus ayudantes se habría equivocado al tomar las medidas, haciendo imposible poder terminar el pie derecho
La Sacristía Nueva
Miguel Ángel se encontraba trabajando en la Tumba para Julio II cuando el nuevo papa le hizo otro encargo. León X le pidió otra sepultura. Pero, en esta ocasión para varios miembros de la familia Medici. En ella debían enterrarse Lorenzo el Magnífico que era padre del papa, el hermano de Lorenzo, Juliano, el hermano del papa, Juliano Duque de Nemours y su sobrino, Lorenzo II Duque de Urbino.
Las tumbas debían construirse en la Sacristía Nueva de la iglesia florentina de San Lorenzo. En el mismo edificio descansaban ya otros Medici. Cosme el Viejo estaba enterrado bajo el altar y sus hijos Pedro (padre del Magnífico) y Juan en la Sacristía Vieja.
La Sacristía Nueva debía imitar a la Vieja y servir de eje simétrico al otro lado de la cabecera del templo. Pero, así como el exterior estaba condicionado por el edificio anterior, su interior no. Allí Miguel Ángel dio rienda suelta a su creatividad, en uno de sus trabajos más brillantes.
El espacio tiene forma de cubo. Se cubre con una cúpula que recuerda al Panteón de Roma por su decoración interior. Adosado a este espacio cúbico hay otro similar, más pequeño, en el que se colocó el altar. La decoración combina el mármol blanco con la piedra gris tan típica del Renacimiento florentino.
La Sacristía Nueva fue el primer encargo en el que Miguel Ángel hizo tanto la construcción como la decoración. Utilizó todos los vacíos y los volúmenes del espacio interior en un modo que recuerda más al trabajo de un escultor que al de un arquitecto.
Lorenzo de’ Medici
Las sepulturas que hoy podemos contemplar en la Capilla pertenecen al hermano de León X, Giuliano Duque de Nemours y a su sobrino Lorenzo Duque de Urbino. Las de Lorenzo el Magnífico y su hermano Giuliano quedaron sin terminar y ambos fueron enterrados bajo las figuras de la Virgen, San Cosme y San Damián que se hallan mirando al altar.
Los famosos conjuntos sepulcrales esculpidos por Miguel Ángel se sitúan, uno frente a otro, en los laterales de la capilla, ocupando toda la zona inferior del muro. El espacio se articula por medio de una combinación de elementos escultóricos y arquitectónicos en cuyo centro destacan los sarcófagos, con sendas alegorías sobre ellos, y las figuras de los Duques, insertas en estrechos nichos perforados en la pared.
Apodado Il Pensieroso desde ese mismo siglo XVI, Lorenzo se considera la representación de la vida contemplativa. El Duque se toca los labios con el índice de su mano izquierda, en un símbolo universal de introspección, mientras sostiene un pañuelo en su puño casi cerrado. El brazo derecho se coloca en una posición caprichosa que contrasta con el lado izquierdo del cuerpo y que avanza las nuevas formas manieristas que triunfarán unos pocos años después.
Bajo el codo izquierdo de Lorenzo asoma una caja en cuyo frente vemos la cara de un murciélago. Algunos interpretan este recipiente como el destinado a guardar la parsimonia, el óbolo que, según los antiguos, se debía pagar a Caronte para cruzar la Laguna Estigia.
La Colección de esculturas del Cortile delle Statue
El hallazgo del grupo escultórico de Laocoonte y sus hijos, en la Roma de 1506, supuso el acicate para la construcción de un patio destinado a la contemplación de la belleza más sublime de la antigüedad clásica. Este Cortile delle Statue, germen de los actuales Museos Vaticanos, reunió las mejores estatuas antiguas halladas en Roma y se convirtió en el lugar de aprendizaje para artistas noveles y maestros consagrados por igual.
Gracias a su trabajo para el papado, Miguel Ángel disfrutó de un acceso prolongado y continuado al Cortile, hasta el final de su vida y pudo utilizar la colección del Belvedere como fuente de inspiración tanto compositiva como anatómica, para sus propias creaciones escultóricas y pictóricas.
Laocoonte y sus hijos
El 14 de enero de 1506, apareció sepultado en Roma el grupo escultórico de Laocoonte y sus hijos, posiblemente la escultura más famosa de los actuales Museos Vaticanos. Como suele suceder, su hallazgo fue pura casualidad. Un romano llamado Felice de Fredis lo sacó a la luz, mientras excavaba un pozo en su vigna, en la colina del Esquilino. Casi inmediatamente, la noticia se difundió por toda Roma y más allá y todo tipo de curiosos se acercaron a contemplar la escultura. Entre ellos Miguel Ángel. Al enterarse del hallazgo, el papa, Julio II, quiso comprar el grupo para llevarlo al Vaticano. Pero antes de actuar necesitaba asegurarse de que el descubrimiento era verdaderamente importante. Para ello envió al lugar a Giuliano da Sangallo quien, por aquel entonces, era su arquitecto. Miguel Ángel, amigo de Sangallo, le acompañó a valorar la obra.
El grupo se conservaba extraordinariamente bien. Los tres personajes estaban casi intactos. Nada más verlo, Miguel Ángel y Sangallo supieron que se trataba de una escultura mencionada por Plinio el Viejo en su famosa Historia Natural. Según el autor latino, la estatua debía «...ser situada por delante de todas, no sólo en el arte de la estatuaria sino también en el de la pintura...». Definitivamente, valía la pena comprarla y así se hizo. Sólo un mes después de salir a la luz, Laocoonte estaba entrando en el Vaticano. Allí serviría de inspiración a generaciones enteras de artistas y, en especial, a Miguel Ángel quien se dejaría inspirar por la anatomía del sacerdote troyano y sus hijos en las pinturas de la Capilla Sixtina.
Torso del Belvedere
En algún momento antes de comienzos del siglo XV, se encontró en Roma el fragmento de una escultura antigua que estaba destinada a ser una de las figuras más inspiradoras para artistas de todas las épocas. Se trataba de una estatua de la que solo se conservaban su torso y su base, sin cabeza, ni piernas ni brazos. Sin embargo, llamaba ya la atención de artistas y viajeros por su fuerza y su magnífica ejecución.
Debido a su estado fragmentario, el Torso se convirtió en foco de atención entre las estatuas del Vaticano. Resultaba frecuente que los artistas prefiriesen antigüedades incompletas como fuente de inspiración para sus creaciones. A lo largo de toda la Historia del Arte artistas de todas las épocas han hecho referencias en sus creaciones, a otras pasadas, tomando una figura célebre o una pose significativa como punto de partida para una nueva composición. Esto mismo hizo Miguel Ángel con el Torso del Belvedere. Son muchas las obras del artista que recuerdan a este monumental cuerpo helenístico, pero quizá los ejemplos más evidentes sean la figura de Lorenzo de' Medici de la Sacristía Nueva (cuya reproducción puede verse en la P0 del Museo) y la figura deSan Bartolomé, en el Juicio Final, de la Capilla Sixtina (por poner un ejemplo escultórico y otro pictórico).
Ya en el siglo XVI se difundió la leyenda de que Miguel Ángel consideraba el Torso como la escultura antigua más sobresaliente, a pesar de que no conservamos opiniones del artista en este sentido. Es cierto que la utilizó como fuente de inspiración y punto de partida en muchas ocasiones pero también lo hicieron prácticamente todos aquellos artistas que han tenido acceso a la estatua en un momento u otro, desde él mismo, en el siglo XVI a Picasso en el XX, pasando por figuras como Rubens o Turner.